Atravieso el dolor...
ATRAVIESO EL DOLOR doy vuelta a la ola del espanto a esta página de furia carmesí porque mis venas se cansaron de invocarte porque mi frente ya no apunta sino al ángulo en que ondulas la sonrisa ese pañuelo moribundo a ciegas lo atravieso como si fuera una sustancia gelatinosa ensayo torpemente el balbuceo que se obsequia en todos los andenes y a pesar del invierno abro los ojos para que el viento cicatrice tus perfiles Atravieso el dolor imbécil como si el dolor pudiera atravesarse semejante al que salta por un aro en llamas y pretende no llenarse el aura de cenizas al náufrago que olvida las noches sin respuesta al divisar la proa y como nada puedo atravesar rasgo los muros con los nudillos de esta voz roída despojada de obscenos sustantivos de tu cuerpo onomatopeya de la luz entre mis brazos de esta voz que ya no sabe atravesarte de esta voz en la que sobrevives como un nombre que desde hoy designa al aire y mi camisa al espejo y lo que esconde al café humeante al sacrilegio del aura sin orillas a tu silueta al sol Del libro inédito: Deshuesadero AUTOCENSURA No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas Oliverio Girondo No escribo nada Llevo noches corrigiendo balbuceos podridos desde el útero alimentando de palabras al reptil que gira en mi cerebro y lo envenena Aborto ideas antes de concebirlas en tanto el primer verso devora a los siguientes en un afán caníbal de silencio Debajo de mis párpados los sueños justo antes de soñarlos se vuelven pesadillas que jamás recuerdo y me despiertan temblando sin memoria inquilino de un cuerpo que disuelve la noche sin saberlo SOSTIENE EN UNA MANO las miradas y en la otra hambre de insomnios en jauría Extiende el giro si el tacto la reclama duerme con las serpientes para incendiar su escorzo y demostrar que existe De puntas sobre el miedo busca un nombre que los contenga a todos para que al detenerse ilumine su pelvis y disuelva sus torvos precursores Y cuando sus muñecas arrojan sus arpones al nadir del escenario se enjuga las facciones y agradece en requiebre los aplausos En tanto alguien que guardaacaso la mitad de una sonrisa se aleja lentamente como Judas contando sus monedas
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