lunes, 4 de julio de 2011

Poemas de Anne Sexton(Poeta), traducción por parte de Brenda Ríos

La furia de las vergas

Ahí están, dejándose caer en los platos del desayuno,
parecen ángeles,
plegándose en su ala triste,
triste animal,
cuando anoche bien que estaban ahí,
tocando el banjo.
Una vez más llega la luz del día
con su sol inmenso
su madre tráiler, sus motores de amputación.
Bien que anoche
la verga conocía el camino a  casa
tan dura como un martillo
golpeando con todo su poder tremendo.
Ese teatro.
Hoy está tierna,
un pajarito.
Tan suave como la mano de un bebé.
Ella es la casa.
Él es el la torre.
Cuando cogen son Dios.
Cuando se separan son Dios.
Cuando roncan son Dios.
En la mañana untan mantequilla sobre el pan.
No hablan mucho.
Siguen siendo Dios.
Todas las vergas del mundo son Dios.
Floreciendo, floreciendo, floreciendo,
dentro de la dulce sangre de mujer.
Anne Sexton.



Queriendo morir

Ya que lo preguntas, la mayoría de los días no puedo recordar
camino con la ropa puesta, sin marcas por ese viaje.
Entonces la casi innombrable lujuria regresa.

Incluso entonces no tengo nada contra la vida,
conozco bien las hojas de hierba que dices,
el mobiliario que has puesto bajo el sol.

Pero los suicidas tienen un lenguaje especial.
Como carpinteros quieren saber qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir

Dos veces me he confesado de manera sencilla,
he poseído al enemigo, he comido al enemigo;
he tomado su oficio, su magia.

De esta manera, tan seria y considerada,
más caliente que  agua o aceite,
descansé, babeando por el agujero de la boca.

No pensé mi cuerpo como encaje de aguja,
habían desaparecido incluso la córnea y los restos de orina.
Los suicidas ya han, de hecho, traicionado al cuerpo.

Nacidos muertos, no siempre mueren,
pero deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce
que hasta los niños mirarían sonriendo.

¡Meterse toda esa vida bajo tu lengua!
Toda ella por sí sola se vuelve una pasión.
La muerte es un hueso triste, estropeado, dirías.

y aún así me espera, año tras año,
para deshacer cariñosamente una vieja herida,
para vaciar mi aliento de su mala prisión.

Balanceados ahí los suicidas algunas veces se encuentran,
rabiosos ante el fruto, una luna inflada,
dejando el pan que confundieron con un beso.

Dejando abierta, con cuidado, la página del libro,
algo sin decir, el teléfono descolgado,
y el amor, lo que haya sido, una infección.
Anne Sexton.

El arte negro

Una mujer que escribe siente demasiado,
esos trances y presagios,
como si los ciclos y los niños y las islas no fueran suficientes,
como si los dolientes y los chismes y las verduras nunca fueran suficientes.
Ella piensa que puede advertir a las estrellas.
Un escritor es, esencialmente, un espía.
Amor mío, yo soy esa chica.

Un hombre que escribe sabe demasiado,
tales embrujos y fetiches.
Como si las erecciones, los congresos y los productos no fueran suficientes,
como si las máquinas y los galeones nunca fueran suficientes;
Él hace un árbol con muebles usados.
Un escritor, es, esencialmente, un ladrón.
Amor  mío, tú eres ese hombre.

Sin amarnos nunca a nosotros mismos,
odiando hasta nuestros zapatos y sombreros,
nos amamos, precioso, precioso.
Nuestras manos son suaves, de un azul claro.
Nuestros ojos están llenos de confesiones terribles.
Pero cuando nos casamos,
los niños quedan asqueados.
Hay demasiada comida y no queda nadie más
que coma toda la extraña abundancia.

Anne Sexton.

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