lunes, 14 de febrero de 2011

Todos como seres humanos que somos, sentimos la necesidad de afiliación, la motivación de relacionarnos y de vernos reflejados en los otros, sobre todo de ser comprendidos y aceptados.
A la amistad no se le puede clasificar, ni tipificar, simplemente es un encuentro entre dos o varios seres, que se mezclan y enlazan, que comparten ideas, sentimientos e inclusive comparten formas distintas de ver  y percibir  a la vida. Cada persona deja su esencia en la otra, de una manera u otra nos quedamos con una parte del otro ser, así mismo cada una(o) de nosotras(os) depositamos una parte de nuestro yo, de nuestro interior en los demás. Siempre estamos afectando (provocando, introyectando afecto al ambiente que nos rodea)
Todos los días existen manifestaciones de amistad y amor, no solo en una fecha específica.
Cualquier persona que entre a tu vida y te deje un toque de armonía y sobre todo un aprendizaje, está manifestando amistad, que mejor prueba de amistad existe como lo es el aprender juntos.
Hay amigos que permanecen, algunos permanecen en nuestra mente y otros siguen ahí físicamente, algunos están lejos por cuestiones como la distancia y circunstancias que acontecen en la vida.
En cambio otros se han ido para no regresar, tal vez por malentendidos o conflictos e inclusive por situaciones que dañaron tóxicamente la relación de amistad, o quizás nunca surgió la semilla de la amistad. Nada es estático, todo cambia, las emociones, los sentimientos, la forma de pensar, así que  lo mejor es cerrar círculos para poder abrir otros, de una manera más sana.
Siempre vendrán personas que nos enseñen, guíen y aprendamos  mutuamente, aunque solo vengan de paso o por temporadas, cada una de ellas permanecen de una forma u otra en nosotros.

“Los amigos son como las hojas que caen de los arboles, algunos permanecen, otros toman otros caminos y hay otros que caen en tu puerta”
Deieu Jaramillo.
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